Por siglos, las mujeres fueros tratadas como adornos. Nuestra
única función era deleitar la vista. La prioridad era la apariencia. En muchos
sentidos, hemos evolucionado. Podemos votar, y ya no estamos obligadas a
quedarnos en casa a criar hijos. Pero la obsesión con la imagen de la mujer
continua.
“¡Conmigo así no salís!”, exclamó mi madre, cuando nos
encontrábamos a punto de dejar mi casa para ir a comprar los anteojos nuevos
que preciso. Yo necesitaba ir con ella o, que me diera el dinero necesario.
No era la primera vez que se rehusaba a ser vista conmigo en
público. ¿Lo hizo porque yo estaba usando ropa sucia o rota? No. Mi ropa se
encontraba impecable. ¿Mis cabellos se encontraban despeinados? Tampoco.
¿Vestía yo como una prostituta barata? Menos.
El problema era que yo no estaba maquillada, ni usaba aros.
Para mi madre, eso es motivo de profunda vergüenza. Dice que “doy lastima”
cuando me muestro como soy, sin artificios.
Desea que me maquille incluso cuando estoy en mi casa,
porque tiene su salón de Uñas Esculpidas allí. Me observan cientos de clientas.
La mortifica que me vean sin maquillaje.
Los aros y los cosméticos son su respuesta para todo. Cuando me quejo de
que no tengo novio, ella dice que es porque no me “produzco”. Si lloro por
estar desempleada: “Es que nunca te arreglás”.
Cuando tenía doce años, todos mis compañeros de clase decían
que yo era un adefesio. Entonces, intenté
mejorar mi apariencia con maquillaje. Mi madre quiso disuadirme
diciendo: “las casas se pintan cuando son viejas”. Es decir que, ahora, soy vieja. ¿No?
¿La cara que Dios me dio debe, necesariamente, ser cubierta
con pintura para evitar causar repulsión a otros? Mi madre parece creer eso.
Piensa que verme sin maquillaje es un motivo válido para rechazarme, mientras
que, si lo usara, yo sería amada por todos…. ¿Por cuánto tiempo?
A veces, ocurre que un hombre conoce, bajo el manto de la
noche, una joven que parece una diosa. Pero, huyen despavoridos al verla al día
siguiente, au naturel. Se sienten tan
traicionados como un perro al que le dijeron “¿Vamos a la plaza?” antes de
llevarlo al veterinario. Por eso, hay mujeres que, al comenzar una relación, se
levantan media hora antes que sus novios, para maquillarse y peinarse antes de
que él despierte. Todo sea por mantener la treta el mayor tiempo posible. ¡Una
locura!
¿Qué sentido tiene?
Mis ojos siguen
siendo marrones y saltones, aunque use mascara, delineador y sombra. Tendría
que comprar lentes de contacto para cambiar el color, pero sería un gran
engaño.
Los lunares en mi cara podrían disimularse, pero seguirían
estando allí, se verían. Los más espantosos, tuvo que quitármelos un cirujano plástico.
Mis eternas ojeras se notan, aunque utilice mucho corrector.
Durante mucho tiempo, usé unas zapatillas de plataforma,
para disimular mi baja estatura. Mi tía Raquel las llamaba “los tractores”, por
su enorme tamaño. Pero yo seguía midiendo 1,53, aunque pareciera de 1,60…. Y,
tarde o temprano, tenía que bajarme.
De niña, podía cubrir mi oreja deforme (la derecha) con el
cabello, pero esta no se corrigió hasta que pasé por una dolorosa cirugía
estética. Con todo, no quedó del todo bien (mi madre dijo una vez que el
cirujano “hizo un desastre”), aunque mejoró bastante.
Cuando mi pecho era plano, intenté rellenar mi corpiño. Pero aquello causó más problemas de los que
evitó. Varios años después, mis pechos crecieron en exceso, y desparejos.
Ningún corpiño disimulaba el defecto. Sólo una cirugía plástica pudo solucionar
el problema. (Quedé conforme con el resultado, aunque mi madre diga que tengo
los pechos por el piso).
En definitiva, el maquillaje y los accesorios no cambian lo
que uno es.
Incluso usando cosméticos, mis compañeros se burlaban de mí.
Fui a bailar todos los sábados, con ropa provocativa y pintada como una
prostituta. Pero ningún chico deseaba ser mi novio. Durante años, asistí a mis
clases de Inglés, y a la universidad, usando maquillaje y aros. No obstante,
fui rechazada por todos los hombres.
Eventualmente, me di cuenta que, para ser fea igual, mejor no
perder tiempo ni energía con tanto artificio.
Me niego a ser de esas mujeres que se maquillan para ir al
gimnasio o al supermercado.
Actualmente, solo me maquillo, ligeramente, en ciertas
ocasiones: si tengo una entrevista, o para ir al trabajo (cuando consigo), o si
voy a alguna fiesta. Es decir, cuando a
mí me interesa maquillarme. Estoy
lista en menos de diez minutos.
Pero si voy a pasar el día escribiendo, o si me quedo un
sábado a la noche en mi casa, viendo Game of Thrones con Belén, no me voy a
producir. Lo más probable es que me ponga el piyama antes de las 7.30 PM. Tampoco
uso maquillaje para ir de compras, a terapia, o a mi taller de escritura.
No debería ser humillada por ello.
“¿Y si te cruzás con un conocido?”, pregunta mi madre,
horrorizada. ¡Dios nos libre de que alguien me vea sin maquillaje! ¡Que
espanto!
Cuando te dicen, constantemente, durante años, que tu apariencia
natural es horrible, resulta muy difícil no creerlo.
Me resulta muy difícil callar su voz, y ser yo misma. Lucho
día a día para aceptarme tal cual soy. Como dijo una vez mi heroína: “Cuando
alguien te critica, ten en cuenta que, lo que otros dicen de ti, tiene más que
ver con ellos que contigo”.
Mi madre me anula porque necesita controlarme. Le urge
dominar. No me ve como un individuo, sino como una parte de sí misma. Aunque
pasé los treinta, me considera una muñeca, a la cual puede vestir, peinar y
maquillar como le plazca.
Su obsesión por controlarme llega a extremos increíbles. Una
vez que salimos a almorzar, yo quería comer una hamburguesa y papas fritas.
Ella detesta que yo coma eso, por lo que amenazó con levantarse de la mesa e
irse. La hubiera dejado partir, pero yo necesitaba que pagara el almuerzo, lo
cual me resultó humillante.
Siempre que me peino o visto de una manera que le disgusta,
me agrede. Dice cosas tan horribles sobre mi apariencia, que termina
destruyendo la poca autoconfianza que tengo. ¿De verdad tengo un gusto tan
espantoso? ¿Acaso todas mis decisiones son equivocadas? Aniquilando mi
autoestima, y al desvalorizar todas mis elecciones (de ropa, look, comida,
amistades, etc…), logró lo que siempre quiso: que yo dependiera de ella hasta
los treinta años.
Lo peor de todo es que yo se lo permití, durante demasiado
tiempo.
Lara, segui luchando, seras seguramente una gran escritora y periodista, abrazos.
ResponderEliminarNo creo que tu madre piense que sos repulsiva, o que desee hacerte mal. Desde mi humilde lugar, pienso que los desencuentros entre ustedes tienen que ver con la diferencia generacional (el tema de la ropa es un buen ejemplo de eso).
ResponderEliminarNo soy muy afecta a dar consejos, pero quizás tendrías que explicarle lo que sentís de buena manera, sin gritos, sin interpretar cada palabra suya como un ataque hacia vos. Ambas tienen que bajar varias revoluciones, pero si una no da el primer paso, es difícil. ¿Por qué no darlo vos?
Y repito: digo esto con humildad, como alguien que las conoce bastante bien a las dos. Saludos.
Hola Lara, he conocido madres así que menospreciaban a sus hij@s y no creo que lo haya hecho con maldad porque los quería, pero sí supongo que debe afectar bastante a la personalidad de alguién, cuando siempre recibis críticas destructivas.
ResponderEliminarCreo que cada uno debe ser como más le guste y si al otro le caé mal, lo lamento. No puede ser que influya tanto en sus vidas la opinión de una madre así. Pero sí van creando una personalidad que te hace retraída supongo. espero que logres tus metas. Saludos. Mónica
Love you.....love your honesty....I feel sad that you describe yourself as ugly....I do understand how you feel, though....I have been pretty in my past....but feel that I'm the ugliest I've ever been in my life...I like make-up and pretty clothes....but they weweren't real important to me when I was younger. I feel I "need" them now that I'm older, fatter and losing my youthful looks. But I always had a personality and intelligence...that has always been more important to me at all stages of my life.
ResponderEliminar